La paz es una entelequia. La paz solo es una palabra vacia que cada cual llena a su conveniencia. Por eso existen muchos tipos de paces: la paz social; la económica; la bélica... pero ninguna es la paz verdadera o, dicho de otro modo, deberíamos de unir todas esas paces para crear una sola.
También hay mucha mentira sobre la paz y sus personajes. Muchos de esos personajes idílicos han sido encubrados desde la publicidad interesada, desde la política y desde las multinacionales.No me interesan. Hay muy pocos personajes que hayan traido la paz, muy pocos...
Pero hay un viejo pensamiento, una especie de viejo poema, que es más bien una oración, cuyo autor es el que fuera patriarca de Constantinopla Atenágoras I, (1886-1972) muy hermoso y que deberíamos de leer y releer y reflexionar de vez en cuando. Yo lo hago. Es un pequeño exámen de conciencia que me dice dónde estoy en cada momento y cuál debe ser mi objetivo.
“Hay que hacer la guerra más dura, que es la guerra contra uno mismo.
Hay que llegar a desarmarse.
Yo he hecho esta guerra durante muchos
años. Ha sido terrible.
Pero ahora estoy desarmado.
Ya no tengo miedo a
nada, ya que el Amor destruye el temor.
Estoy desarmado de la voluntad
de tener razón, de justificarme descalificando a los demás.
No estoy en
guardia, celosamente crispado sobre mis riquezas.
Acojo y comparto.
No
me aferro a mis ideas ni a mis proyectos.
Si me presentan otros mejores,
o ni siquiera mejores sino buenos, los acepto sin pesar.
He renunciado a
hacer comparaciones. Lo que es bueno, verdadero, real, para mí siempre
es lo mejor.
Por eso ya no tengo miedo.
Cuando ya no se tiene nada, ya
no se tiene temor.
Si nos desarmamos, si nos desposeemos, si nos abrimos
al hombre-Dios que hace nuevas todas las cosas, nos da un tiempo nuevo
en el que todo es posible. ¡Es la Paz!”
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